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domingo, 1 de mayo de 2011

¿Es el periodismo literatura?

Para: COMISIÓN TURNO NOCHE- TALLER DE NARRATIVA. (Código 03).



Profesores: Nelson Rouco, Mercedes Pérez.



Trabajo práctico: Nº 1.





1º) ¿Cómo se exponen actualmente las desigualdades de rango en los diversos textos?



Una vez generalizada la escritura, tras un largo período, que arranca desde los comienzos de la civilización hasta hace apenas unos siglos, lapso en el cual la adquisición de los saberes se transmitía por modalidades dominantes con el lenguaje gestual o la palabra oral, la diferencia entre corderos – la sabiduría de los humildes- y elefantes –aquellas personas de la elite que detentaba el poder de mando- sigue teniendo plena vigencia.



El siglo XX revolucionó desde todo punto de vista, este modelo respecto de la información masiva. La tecnología comenzó con una vasta tarea de difusión (primero por intermedio de la radio, el cine, la televisión, y actualmente con el arribo de las nuevas tecnologías satelitales e informáticas).



Las desigualdades de rango no se han modificado demasiado, aunque es posible pronosticar que con el achicamiento de las distancias y la velocidad de las carreteras virtuales, el acceso al conocimiento y no solo a la noticia bajada por agenda obligatoria, será mucho más vertiginoso que en los tiempos de la modernidad y posmodernidad.



La cultura no solo se transmite de forma escrita. No obstante la alfabetización no debe ser escatimada por los pueblos emergentes, por lo que fue todo un éxito el logro de más de un 6% del presupuesto general de nuestro país, después de una larga y empeñosa lucha de los docentes, por mejorar no solo sus salarios sino las condiciones legales de la vieja Ley Federal, reclamar prosperidades edilicias y de equipamiento para los establecimientos, reclamar el otorgamiento y la obtención de subsidios para los estudiantes, así como un material didáctico actualizado, sobre todo en el ámbito de las computadoras, canales de televisión educativa (canal Encuentro) y páginas web que alivian la burocracia intrínseca de organismos que movilizan a grandes sectores de la sociedad. Esta gesta de resistencia pacífica de los docentes argentinos ante la violencia moral y física que soportan como precio a su actividad constructiva opuesta a lo que recibe de las oligarquías encarnizadas con la entrega de la soberanía, se consagra legítimamente con la Ley de Educación Nacional, que augura cambios profundos, que permitirán achicar la brecha entre ricos y pobres, consiguiendo a través de esa estrategia una mejor distribución equitativa de la riqueza del país.



La educación pública es la llave que se ofrece a las capas más humildes de la población con el fin de equiparar oportunidades, evitar la inseguridad por exclusión y favorecer el desarrollo comunitario.



Si a esto le sumamos la sanción legislativa de la Ley de Servicios Audiovisuales, que desde hace más de veinte años se ha venido impulsando y reclamando por diversos sectores de la cultura, para desarrollar una oferta mediática amplia, que nos permita escoger la programación con un pensamiento crítico y variado, ejercido en libertad y que respete las afinidades y deseos del público, en vez de adocenar comportamientos para una mayor dominación y maniobra de la población, aspiraremos a que la prácticas profesionales de aprendizaje técnico y formativo se incorporen como una opción real y valiosa al entretenimiento de las masas.



A mayor nivel cultural y económico en la sociedad mayores beneficios. Ese mismo público, receptor del mensaje, se está transformando en actor; interfiere en la noosfera con el objeto de retroalimentar el sistema de opinión y comunicación, aportando sus valiosos testimonios, fotografías conseguidas desde la inmediatez de sus cámaras digitales, ordenadores portátiles o telefonía celular de alta complejidad y expresando sus ideas y conocimientos por vías de la palabra publicada por medios que son y serán relativamente mucho más baratos que las tradicionales desde la creación de la imprenta hasta nuestros días.



Para responder al cuestionamiento planteado en la pregunta, diremos que las desigualdades están relacionadas con la falta de oportunidades que no se le brindan a la ciudadanía.



Si transpolamos la cuestión del conocimiento a los medios masivos deberíamos exigir una mayor competencia y calificación para los profesionales de la actividad, y podríamos de ese modo, evitar el repertorio manipulador que se nos impone a través de las consignas de las corporaciones extranjeras, en un marco perjudicial y depredador.



Las campañas mediáticas para fomentar la lectura son parte fundamental para este salto de ángel para el que se está preparando la humanidad, y que acontecerá pese a quien le pese, y que persigue fines cualitativa y cuantitativamente más justos que en el pasado inmediato. Es necesaria esta responsabilidad para frenar definitivamente las hostilidades entre pueblos y la enemistad que algunos fomentan con miras al lucro que obtendrán de la industria bélica y del armamentismo.



Cuando los opinadotes se regocijaban con las mentiras flagrantes sobre el cambio climático, el agujero de ozono o las puestas en escena de algunos dictadores de quienes se decía que buscaban afanosamente los agentes de CIA o DEA, el verdadero cambio climático y la nueva revolución democrática estaba naciendo. Expertos piratas como Al Gore avizoraban que el clima política se enrarecía y que no podrían continuar por mucho tiempo con sus jueguitos de la bolsa y del mercado libre. Tendrían que salir a fabricar dinero sin respaldo en metálico, para sostener sus vidurrias de consumo desmesurado y holgura crediticia, que soportábamos sobre las espaldas los países de América Latina, que ya cauterizamos las venas abiertas por la mentira organizada de sus construcciones falaces y no permitiremos más derramamientos de sangre ni luchas fraticidas fomentadas por inescrupulosos políticos y periodistas de izquierdas violentas y derechas conservadoras.





2º) ¿Cómo serían las fragmentaciones de las prácticas de la lectura hoy? ¿Qué encontramos en nuestro paisaje actual?





En 1884 se sancionó la Ley 1420 de Educación, el primer digesto que establecía conceptos de universalidad, obligatoriedad, gratuidad escolar y se enrolaba en una postura laica, independiente de organizaciones, credos o confesiones religiosas.

Se estableció, en consecuencia, desde fines del siglo XIX el acceso de casi todos los miembros de la comunidad a la capacidad de leer, imitando el ejemplo europeo en Argentina, que significó un posicionamiento de liderazgo intelectual en la Patria Grande.

Nuestra Nación es hoy reconocida internacionalmente como una de los países latinoamericanos con la educación más avanzada y progresista del continente, aunque la mala interpretación de las leyes vigentes confundan la norma prescriptiva e inexcusable dentro del aula de enseñanza obligatoria con censura y adoctrinamiento. Siempre habrá funcionarios energúmenos que ofendan la libertad de cátedra, bastión de la libertad de pensamiento y de expresión de la comunidad educativa.

Las formas de lecturas en la actualidad son muchas y variadas. No solamente se recurre al texto para aprender artes u oficios, sino que se piensa en un marco amplio que abarque el pensamiento abstracto y las lecturas de placer literario, lúdico o de mero esparcimiento, que se dirige a públicos segmentados, generalmente a través de libros de la llamada industria editorial o revistas especializadas (de historietas, de narrativa, con material dirigido para público femenino, masculino, adolescente, con noticias deportivas, de divulgación científica, históricas, con contenidos de economía, política, etc.)

Señalaba Eugène Cuissart en 1882 “Todo el saber humano está en los libros. Si sabes leer puedes volverte sabio.” El concepto continúa en uso, no obstante la aparición de los soportes emergentes en las últimas décadas del siglo pasado, que nos permiten leer oyendo, leer sin libros, leer a través de las imágenes fotográficas, del documental o del cine y la televisión, y recientemente leer a través de los sistemas de alta tecnología digital en las que es absolutamente necesaria el aprendizaje lectura como herramienta técnica de acceso al conocimiento ( una gran cantidad de jóvenes y adultos realizan proyectos de calidad y complejidad audiovisual a través de la lectura e interpretación de los tutoriales en páginas web, foros, blogs y traducciones online).



3º) ¿Hay una literatura popular, industrial y otra artística? ¿Se cruzan?





Las distorsiones sociales producidas paralelamente al avance tecnológico y pese al carácter masivo de la educación, que ha sido muchas veces funcional a los negocios del mercado, provocan que haya una distancia enorme entre los diversos géneros literarios.

Populares libros de autoayuda o biografía de ricos y famosos del mundillo del espectáculo, las necesidades técnicas específicas y las vocaciones artísticas que son escasamente alentadas por los gobiernos, pues se las considera superfluas y alambicadas son, sin embargo, primas hermanas. Si aceptamos la premisa de que leer un libro de dudosa calidad es preferible a no leer ninguno, se mantiene viva la destreza y en tal sentido confluyen y se afirman los lazos de entrecruzamiento del arte con el arte mismo.

Grandes textos literarios nacieron por entregas, en revistas de las llamadas populares, baratas o de circulación y divulgación masiva. Para citar tres ejemplos de altísimo impacto en la cultura mundial, mencionaremos al Martín Fierro, que dio nacimiento a nuestra literatura gauchesca; el Ulises del escritor irlandés James Joyce, admirado por el inefable y universal Jorge Luis Borges y a quien hacía permanente alusión referencial, al manifestar que fuera el más injustamente escritor olvidado por la Academia Sueca, cada vez que era interrogado sobre qué opinaba tras sus permanentes nominaciones al Nobel y nunca recibir el galardón; y la eterna Mafalda de Joaquín Salvador Lavado (Quino), introducida en Italia por el gran pensador Umberto Eco, autor, justamente, de un ensayo sobre la poética de Joyce en su Obra abierta.





¿Los textos periodísticos son literatura? ¿Por qué?



¿Es el periodismo literatura?



La pregunta que se nos plantea admite varias posturas ideológicas y forzosamente nos remite a un extenso debate semántico sobre el significado de la palabra “literatura”.



Si nos atenemos a la definición amplia que nos ofrece la Real Academia Española, deberíamos aceptar que como el término se define en sus varias acepciones, la respuesta debe ser afirmativa.


Es evidente que cuando nos enfrentamos a la página en blanco con el objetivo de expresarnos, lo hacemos por conocimiento del ejercicio del arte (en el sentido amplio del hacer individual) de la literatura, y que la discusión sobre qué es arte y qué destreza o artesanía nos llevaría a un camino aporético, ante el cual nos disiparíamos entre devaneos filosóficos, sociales, culturales, éticos y de orden subjetivo, naturalmente.



Literatura, entonces, en su primera acepción es el ejercicio de la escritura misma.



Siguiendo este razonamiento y agotándolo por vía del absurdo, las composiciones infantiles de aprendizaje escolar, los grafiti, las instrucciones de los electrodomésticos, las notas recordatorias, las postales, las etiquetas de los envases, en fin… la palabra escrita en letra de molde o cursiva estaría inscripta en esa primera designación de literatura.



¿Qué no señalar, entonces sobre la escritura hecha en soporte virtual blogs, foros, páginas web, y actualmente los publicitados facebook, twitter, msn, o mensajes de texto a través del teléfono celular? ¿Cabe pensar que ese conjunto de producciones son literarias en el contexto globalizado para nuestra época de hiperlinks y spam apabullantes?



Si continuamos con la lectura de la definición de la palabra literatura, nos encontramos ante un “conjunto de obras que versan sobre un arte o una ciencia”, por lo tanto, los libros y producciones de los científicos también son literatura. ¿Lo mismo ocurrirá con las notas de diarios y revistas, que son meros difusores de contenidos, sin pretensión de profundización, máxime como venimos viendo en los últimos años, cuando por el reconocimiento masivo del autor esos textos se imprimen en libros, que tienen detrás editoriales prestigiosas que se encargan de la distribución y venta con carácter de aprovechamiento mercantilista del autor como marca instalada? Ante este disparate que se nos ofrece como opción de cultura popular, tendremos que concluir unánimemente que las coplas de Belén Franchese o el resultado del partido del domingo en la tapa del diario del lunes son literatura.



Este engaño tiene una razón de ser, y está emparentado con la manipulación de las mentes, de un modo sutil e imperceptiblemente genuino. La abundancia de publicidad subliminal que se descubre detrás de estos criterios y los personajes inventados ad hoc, nos constriñe a restringir el concepto de literatura y exigirle a los creadores y empresarios una mayor responsabilidad ante los dogmas de la moda.



No hace falta ser chabacano ni burdo para ser popular y eficaz. Pero, para los intereses foráneos, del empobrecimiento dialéctico surge un correlato: la facilidad con que se “plantan” necesidades de consumo, en la población que pueda acceder a la oferta incoada. Ideologías, vulgaridades, euforias y depresiones de la sociedad contemporánea, que asiste a las exequias del posmodernismo, son sistemáticamente alimentadas por la mass media internacional y vernácula.



Hace falta una vuelta de tuerca que nos permita sobrevivir a la invasión de la superproducción hiperbólica de los discursos chabacanos, pedestres y soeces.



Ahora bien, la materia prima del periodismo, que nunca es objetivo ni inocente ante estas cuestiones, ha sido siempre el yacimiento inagotable de las palabras, recursos retóricos y conocimientos versados en la lingüística, la semiología, la polisemia, la semántica, la sintaxis y la expresión verbal o escrita, que tengan la entidad suficiente para convencer, enseñar, predicar, persuadir, acoplar, agrupar, ajustar y alinear a un espectador ávido de informaciones y novedades, que lejos de separarlo del resto de su sociedad lo equipare a la multitud de su entorno. Este axioma no merece mayores evidencias. Quien no sabe lo mismo que saben los vecinos no podrá socializar con sus pares, y esa sensación de exclusión es tan dolorosa a los quince años como a los cuarenta, por lo que el esquema empresarial del negocio intentará asociar la felicidad de cierta adolescencia tardía en los usuarios jóvenes y adultos de un servicio de información, para mantener el predominio económico que lo catapulta como líderes de la opinión pública, y los posiciona en sitios de poder socioeconómico. El panóptico de los países dominantes del Norte para la vigilancia y control del Gran Hermano subdesarrollado, aprisiona al sujeto pensante y lo estanca en su sitio de consumidor obligatorio.



Muchos piensan, sinceramente, espero, que si algo siempre fue de determinado modo, así continuará siendo. Este método inductivo es falaz y resulta precisamente el mismo que está devastando el prestigio del periodismo como ciencia y arte, en la actualidad. El periodista no debe ser un inventor de ficciones, como proponen los autores intelectuales de las agencias de noticias que construyen y explotan la agenda occidental, sino que debe evitar que la ficción propia de la novelística se infiltre en un relato, en una crónica y en la necesidad de dar vuelo de la inspiración imaginativa del codificador.



Es vergonzoso tener que admitir que en la actualidad, la mayoría de los premios literarios más importantes del mundo (Nobel, Planeta, Príncipe de Asturias, Caballero de las Artes, etc.) son otorgados a narradores de la historia oficial de las potencias de la OTAN, que se hacen llamar periodistas, porque publican sus imposturas y construyen sus inventos de la realidad, paralela, virtual, en la prensa escrita, fermentando así un modelo decadente de división mundial, que únicamente beneficia a las quinientas familias dueñas de la riqueza de la mitad de nuestra pequeña y superpoblada Tierra y perturba la paz de los inocentes que creen a ciegas, en la veracidad de sus dichos.



Una vez acabada la Guerra Fría, tras la caída del Muro de Berlín, se pensó que había llegado el Fin de la Historia (Fukuyama, 1998) y a fin de continuar con los avances de la ultraderecha colonialista, los gobiernos ordenaron el despliegue persistente de lo que se denomina Guerra Blanda, Suave o Tranquila, a través de una red de agentes humanos que combinan un discurso de extremos con sofisticadas tecnologías de punta y olvidan que las mayorías silenciosas no tienen ni doce años ni son tontas a la hora de decidir, aunque que se encuentran quebradas por sistemas pseudo democráticos que perpetúan el horror de las dictaduras, con sus silencios cómplices, dinásticos, monárquicos y religiosos, y que se encumbran en sus sitiales honoríficos con métodos de corrupción sistémica y gobiernos de nepotismo abierto y desvergonzado, con absoluto desprecio de los valores cívicos, de los derechos humanos y de la justicia social, que gradualmente han ido limando con leyes que no trascienden por su complejidad, y que lejos de ir detrás de los acontecimientos y corregirlos, preceden a las crisis que sobrevendrán ante la pasividad de los habitantes extasiados ante el espectáculo de las repeticiones enervantes y agotadoras.


Entonces, es ahí cuando el periodista debe asumir un rol de máxima responsabilidad y compromiso. Ser concreto, claro, dar las noticias que puedan ser constatadas y exponer sus fuentes, que cuando son secretas resultan incomprobables.


Será en la eficacia de esta obligación moral, que el periodismo vuelva a gozar del prestigio que tuvo cuando no existían los modos horizontales de adquisición de las novedades (la red ha venido a cambiar el paradigma histórico de la tarima del expositor ante la silla del lector desprotegido y sin voz ni voto). Deberemos abocarnos al análisis intensivo y relacionar de una multiplicidad de hechos, consignas, datos, documentos y presunciones que nos acerquen a la convicción de certeza, con testigos identificables. Si se apostara por la verdad podríamos asegurar que el negocio de comunicar se multiplicaría exponencialmente, con grandes réditos para emisores y destinatarios.



Para retomar la pregunta inicial sobre si el periodismo es literatura, debemos decir que sí, pero en el sentido de técnicas de escritura que utiliza la ciencia de la información y la comunicación social para establecer los contenidos de su área.



Sin perjuicio de esto, no lo es en el sentido de crear ficciones atravesadas por fines puramente políticos, financieros o económicos, con la irresponsabilidad propia de los ociosos privilegiados de la voz cantante.



Por último, y a fin de no recargar a mi lector con mayores consideraciones, concedo que nada obstará a que un periodista sea a su vez novelista o poeta, dado que su manejo fluido del lenguaje y su metalenguaje habilita un poderoso entrenamiento cognitivo y letrado que refina su percepción ampliando capacidades líricas o narrativas, fomentándose su imaginación y su talento natural por medio del trabajo arduo. Pero, recalco que, cuando ejerza sus tareas de redacción deberá aceptar el axioma de que la verdad – o al menos su verdad - no se soslaya, ni se inventa, ni se vende al mejor postor y que es muy sencillo, mantener una línea de trabajo honorable, sin caer en la trampa del perro que muerde la propia cola autocensurándose, porque de ese modo causarían la humillación de empleadores y lectores, que cuando se acercan al periodismo de la prensa lo hacen bajo un contrato implícito de credibilidad, y no para disfrutar de los placeres de la lectura ficticia o literaria, sea en prosa o en poesía, dado que si los parámetros del derecho a enseñar y aprender se respetan, la ciudadanía no dudará en alcanzar esas delicias recurriendo a las vías pertinentes.



Porque una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa.







Lu

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