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domingo, 1 de mayo de 2011

TALLER DE NARRATIVA


Por Lucía Angélica Folino.
Tecnicatura en Periodismo UNDAV. Turno Noche.


1) ¿Dónde se encuentra el saber?

2) ¿Por qué los textos son poderosos, según Roger Chartier?

3) Cuáles son los temores que,. aún hoy en día, nos atormentan, respecto de los escritos?

4) Genere un texto informativo periodístico con contenidos de hipertextualidad.


1)
¿Dónde se encuentra el saber?
La pregunta admite todo tipo de retóricas y debates. Sin embargo, para comenzar diremos que el saber está en todas partes y en ninguna en particular, porque el saber está en la posibilidad que tiene la especie humana de construir civilizaciones.
A través de los milenios, la humanidad ha utilizado una enorme variedad de instrumentos, soportes y modos de transmitir los conocimientos a las generaciones futuras. Sin esta convicción de necesidad de transferencia el ser humano no habría llegado a desarrollar sus potencialidades de una manera eficaz.
Desde Aristóteles hasta la edad tomista se sostuvo que la educación no solo estaba en los libros (que eran de por sí escasos), ni en el discurso oral, sino en eso que él denominó la actitud o potencia cognoscitiva.
Por tal motivo, los templos, las iglesias, las casas feudales, los artesanos, los maestros, tenían una importancia fundamental en el rol de la traducción de los signos y símbolos (palabras) en la difusión narrada o leída de los textos, que comenzara como una costumbre clánica, perdida en la noche de los tiempos.
Ya en el siglo XIX, los manuales insistían en que el verdadero saber se hallaba en los libros.
Esto es lo que afirma Roger Chartier (Aprender a leer, leer para aprender). Es decir, que el autor del ensayo –quien cita textualmente al pedagogo francés Eugène Cuissart, quien
se dirigía a sus alumnos con la fórmula “todo el saber humano está en los libros. Si sabes leer puedes volverte sabio”– se confirma la necesidad de la lectura como el lugar desde el cual se adquiere la sabiduría.
Pretendíase con esto poner punto final a las tradiciones de prácticas empíricas, las supersticiones arcaicas, la enseñanza oral y otros modelos de aprendizaje en tiempos antiguos.
No obstante, saber leer seguía resultando en el período decimonónico un asunto de las altas clases de la elite dominante.
A partir de la literatura industrial, que comenzaron a consumir las personas acomodadas de la burguesía, y poco después, las clases medias, el panorama se polarizó. Aparecen, en esa época, las editoriales y los periódicos, para satisfacer la avidez de noticias. Se difundió la lectura de diarios, periódicos y revistas.
Pero, es fácil advertir, que en el siglo XX, con la tecnología en altos grados de pasividad estos conceptos fueron viéndose, no abandonados en sí mismos, aunque sí complementados.
Hoy en día, no puede considerarse culta a una persona que solo se ocupe de leer libros. Esto dicho sin referirnos a la calidad, cantidad, destinatarios o complejidad de los textos, que es una cuestión que excede esta respuesta. Es menester, asimilar que las artes tradicionales y audiovisuales, el cine, la radio, la televisión, las redes satelitales y muchos otros contenidos, forman parte de esa consolidación cultural que se espera del ciudadano comprometido con su historia contemporánea.
El precedente sumario, hecho a vuelo de pájaro, nos permite afirmar que la vieja tradición de la actitud epistemológica y la curiosidad siguen siendo motores de la formación cultural.
Es importante destacar que el autodidacta, como especie aislada, sin maestros, profesionales, tutores, libros, artesanado, audiovisuales, escuelas, academias, casas de altos estudios, bibliotecas, es fácticamente imposible. Todos hemos sido de un modo u otro culturizados por alguno de los sistemas de educación, que son inherentes a la evolución de los conocimientos y al desarrollo tecnológico, que comenzó con la institución de los códigos de comunicación precarios y en estos días llega a unir el
planeta en un mapa que nos acerca en tiempo, distancia y valores inherentes a la vida terrenal.

2)
El historiador francés Roger Chartier, de la Escuela de los Annales, despliega una posición firme a la hora de admitir que la lectura es la única forma de aprender. De ahí que las escuelas primarias, a través del uso de manuales procuren competencias de lecto-escritura en los alumnos, que luego les permitirán transformar ese instrumento en herramienta de aprendizaje y conocimiento.
El acceso de casi todos a la capacidad de leer, a partir de la segunda mitad del siglo XX,
instauró una nueva categorización, no por ello menos valiosa: la fragmentación de las prácticas de lectura, con la aparición de múltiples editores, ahora sostenidos en la actividad informatizada que suele abaratar los costos de edición tecnológica original.
Con dicha cultura de la fragmentación llegaron los textos populares e industriales, que si bien existían en menor medida no abarcaban el amplio espectro de la lectura en el nuevo milenio.
Este hecho global conocido como postmodernismo, en las categorizaciones de la Sociología política y sus derivaciones para el Arte y los comportamientos del período es un motor poderoso de la economía de mercado.

3)
Si todo conocimiento, para el citado Chartier, proviene de la lectura (Escritura y Cultura en la Europa Moderna), ésta misma forma literaria es fuente de toda sabiduría. Por ello, concluye con la afirmación de la potestad de los textos, como forma de aprendizaje y fuente de autoridad y poder.
Leer para pensar la Historia.
Aprender a leer y leer para aprender.
En un sentido amplio: “aprender es aprehender en el entendimiento y conservar en la memoria alguna cosa” como puntualiza la famosa definición de Covarrubias).
La lectura es absolutamente necesaria para impedir que los gobiernos permanezcan en manos de los happy few, es decir, que las monarquías, tiranías y de las dmocracias
de elites y de ese conocimiento básico se llegará a alcanzar la democracia de los más capacitados para el puesto que desempeñan.
Los textos (en el soporte de libros, pantallas digitales, móviles o fijas, o en cualquier otra forma en la que se presenten en el futuro) son una consolidación poderosa y contundente en la caracterización de los nuevos saberes sociales, técnico-matemáticos y educativos, en general.
El salto entre los escritores que si no pertenecían a familias nobles o adineradas no podían dedicarse a escribir, a la época en que se escribía viviendo de “otra cosa” ha virado a hacer de la escritura una profesión.
Dado, que el trabajo no se presume gratuito es que la escritura merece y debe ser una actividad rentada, transformándose así en un producto más o una mercadería del mercado en el que se inserta el “obrero de las palabras”.

Ahora, bien. ¿Existe en la actualidad un temor real en los escritos?
La parábola de Don Quijote y Sancho Panza nos arrimaría a consensuar que es posible que alguna persona se trastornara por el hecho de leer demasiado.

Estas paradojas se han puesto de moda. ¿Es posible leer demasiado, amar demasiado, vivir demasiado? No. De ninguna manera. Se trata solo de boutades del lenguaje, estilos poéticos poco afortunados, para encubrir otras realidades posibles. Por ejemplo, establecer paradigmas que favorezcan la ignorancia o la falta de afectos duraderos para que de esa forma, los abnegados pueblos sean más y más domeñables.
Nuestro admirado Jorge Luis Borges solía decir que ningún libro es malo, y que en todos ellos podría encontrarse alguna sabiduría. Y también es cierto que no dudaba en afirmar que si un texto no lo atraía lo suficiente, lo abandonaba de inmediato y volvía a sus clásicos favoritos.
A través de los años de ejercicio (“a leer se aprende leyendo”), el lector adquiere un gusto, el pensamiento crítico de la complejidad, lo que le permite optar con relativa facilidad entre cientos de miles de volúmenes a su disposición en salas virtuales, bibliotecas o librerías.
También es verdad, que sin la ayuda calificada del experto que encause la posibilidad de saciar al buen descifrador, la desilusión ante la repetición del reproductivismo, es el mayor riesgo que se evidencia como potencial peligro para las masas: el del aburrimiento crónico.
Copio aquí un texto muy difundido en internet y que da la idea de la diversidad de opiniones y la cautela que debe tenerse frente al texto:

“Los derechos del lector:
El derecho a no leer.
El derecho a saltarse páginas.
El derecho a no acabar el libro.
El derecho a releer.
El derecho a leer cualquier cosa.
El derecho a la satisfacción inmediata y exclusiva de las propias sensaciones, a la identificación.
El derecho a leer en cualquier lugar
El derecho a hojear.
El derecho a leer en voz alta.
El derecho a callar.

(Daniel Pennac, Como una novela.)”

Hay, en mi opinión, y acordando con el citado poeta argentino y con Pennac, libros que no merecen ser terminados porque a la cuarta página uno se da cuenta de que son panfletos publicitarios, manuales de teorías reproductivas y una especie de libro-basura envuelto para regalo por editores inescrupulosos. La falta de autocensura, por si esto fuera poco, para algunos, que pegan su nombre en plagios de empleados denominados “negros” y que desempolvan creatividades ajenas en lamentables condiciones de trabajo nos da la idea del negocio que hay detrás de un apellido impuesto por la gestión cultural de los imperialismos recalcitrantes.
Lo ideal es leer de todo un poco y pensar sobre la calidad del mensaje. Reflexionar como hábito para crecer en sabiduría. Sacar las propias conclusiones críticas y tener una idea clara de hacia donde se quiere llegar para una lectura significativa. La erudición es deseable aunque complementaria, y sin dudas, se presenta muy bien vestida, en formatos de diccionarios enciclopédicos reales o virtuales

4)

Brasil.

REFORMAS EN SEGURIDAD DE LA ONU.

Luis Ignacio "Lula" da Silva, junto a las nuevas potencias económicas mundiales, hace esfuerzos para reformar el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.
Argentina se queda afuera de las negociaciones.


El ex presidente de Brasil, Luis Ignacio “Lula” da Silva, está haciendo grandes esfuerzos para reformar el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.
Lula espera que su país, actual líder de la región, amparado en la solidez de su economía doméstica, gestada dentro del marco del enorme consenso popular que lo avala, el autoabastecimiento en recursos no renovables como el petróleo, las selvas y el agua, que ha sabido defender y con sus industrias de infraestructura apuntaladas, tenga la posibilidad de intervenir en políticas internacionales que incluyan a su país en las negociaciones. Puja también, desesperadamente, con el objeto de limitar una vieja institución que, a la luz del descontento y la pobreza creciente en el planeta, necesita urgentes reformas de orden político y jurídico.
Naciones Unidas (U.N. su nombre en inglés) fundada poco tiempo después de finalizada la Segunda Guerra Mundial, ha mantenido intacta su constitución organizacional, y han quedado excluidas del poder y sin derecho a veto, naciones tan influyentes en este nuevo siglo, como Brasil, Alemania o India, que hoy están ansiosas por conseguir una silla permanente y privilegiada en la mesa de las decisiones globales.
Nos vienen diciendo que estos cambios, largamente ansiados, dotarán a Sudamérica de una mayor calidad de vida para sus habitantes. De todos modos, permítanme dudar al respecto.
Dilma Rousseff que, probablemente continuará con los pasos de su mentor, aspira a extender sus lazos de amistad con sus vecinos Cuba, Bolivia y Venezuela.
Argentina, como era esperable por la mala letra con que ha interpretado las leyes de la liberación y regalado sus recursos genuinos al extranjero, con la moneda barata de la corrupción sistémica, el comportamiento complaciente de los actuales funcionarios con doctrinas obsoletas y el nepotismo descarado en la elección de sus gobernantes, quedará fuera de este partido, donde como ocurre en materia de fútbol, desde tiempos inmemoriales, volverán a ganar los brasileños la Copa del Mundo y tendremos que resignarnos a seguir perdiendo y leyendo titulares en la prensa, sobre grandes clásicos locales, con hinchadas que pelean por un lugar en el tablón, con enormes gastos de policía que, con la necesidad de control de multitudes, libera las calles a los delincuentes; y deberemos seguir soportando la alteración de la paz social y el declive de una economía decreciente, mecidos en el sopor de dormidera que inducen los cantitos de aliento de los barrabravas, con sus banderas a sueldo de los dirigentes de los clubes.





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