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domingo, 20 de noviembre de 2011

PALACIO BARCELÓ (Trabajo Práctico Comunitario I )

PALACIO BARCELÓ-

Paulo Freire)

"La educación es una obra de arte"..."en el sentido que el educador también es un artista: él rehace el mundo, él redibuja el mundo, repinta el mundo, recanta el mundo, redanza el mundo."


Hoy es una escuela técnica, en un penoso estado de conservación aunque con espíritu suficiente para continuar su lucha en el camino de la educación en ciencia y la tecnología, si la dejan.
     Lo que fuera un palacio se ha convertido en un refugio para sostener el plan de la marginalidad que selecciona a los más pobres habitantes del conurbano sur y los designa como los menos aptos para la educación y por tanto, la supervivencia.
     El eje problemático de la política económica sostenida durante sesenta años de gobiernos militares y democráticos encuentra en esta institución un símbolo y un signo de la decadencia que el país sufrió ante la mirada atónita de los observadores nacionales y extranjeros.
     Estamos hablando del Ángel Gallardo, que comenzara a funcionar como una escuela dependiente del CONET y hoy es una escuela de la provincia (Escuela de Educación Secundaria Técnica Nro. 8) que resiste desde su otrora insigne espacio, el manoseo y la ambición de los funcionarios y políticos de turno, que desde una óptica propedéutica institucional, admiten la derrota en la deserción escolar sin profundizar en las verdaderas causas de la crisis del sistema.
      El filósofo y sociólogo francés Michel Foucault en Vigilar y Castigar[1] obra que realiza un examen de los mecanismos sociales y teóricos que hay detrás de los cambios masivos que se produjeron en los sistemas penales (que asocia en el capítulo dedicado a la DISCIPLINA con los métodos de la escuela-prisión)  occidentales durante la era moderna señaló  los “MEDIOS DEL BUEN ENCAUZAMIENTO” exponiendo que el poder disciplinario tiene como función principal enderezar conductas”. No encadena las fuerzas para reducirlas; lo hace para multiplicarlas y usarlas según su conveniencia.  Lleva sus procedimientos de descomposición hasta las singularidades extremas. Encarrila las multitudes móviles, confusas, inútiles de cuerpos y de fuerzas en una multiplicidad de elementos individuales cuya taxonomía se resume en pequeñas células separadas, autonomías orgánicas, identidades y continuidades genéticas, segmentos combinatorios. La disciplina “fabrica” individuos como objetos y como instrumentos de su ejercicio. No es un poder triunfante, es “un poder modesto” que funciona según el modelo de una economía calculada y permanente.
     No es casual que los think tank neoliberales de vaciamiento y endeudamiento de la economía argentina hayan ideado la estrategia desde la cuna: sin personal especializado en industria no hay progreso posible.

     Durante muchos años, dice la Secretaria de la institución Sra. Isabel Promenzio, que ingresó a trabajar en el establecimiento hace más de treinta y cinco años “tuvimos que actuar como intermediarios entre la oferta laboral y los chicos de los últimos años, que conseguían el primer trabajo en la especialidad y que luego calificaban como especialistas en electromecánica. Muchos de ellos lograron acceder a posiciones de privilegio y no cesaron de colaborar con la escuela que mantiene la provisión de herramientas de los talleres gracias a aportes y donaciones de los exalumnos.   Hoy, por desgracia, la cosa cambió, son los recientes egresados quienes  se acercan –con poco éxito- a pedirnos empleo relacionados, porque o están desocupados o trabajan en menesteres que no son propios de la educación que recibieron.”

      Esta casuística de quitar el impulso a la ciencia y tecnología podría considerarse como unos procedimientos menores comparados con la entrega de soberanía, los macro-endeudamientos del Estado, el abandono ambiental, el alto grado de incertidumbre jurídica. Pero, con este simple esquema de transferencia continua de Nación a Provincia y de Provincia a Nación, se omite lo fundamental: educar y preparar a nuestros jóvenes para un camino de especialización que proporcione riqueza genuina con mano de obra calificada.

      Y sin embargo,  pese a las decisiones jerárquicas que empañan la calidad de modo arbitrario, con motivo de la celebración de su cumpleaños número cincuenta, la Vicepresidente de IDEA en 1997, la escritora Darcy Tortonese en el libro Un ángel con historia,[2] expresó un sentir que aún hoy repercute en nuestros oídos.

      “El ángel nombra y desordena las voces del tiempo. Los adolescentes de cada uno de esos tiempos recuerdan el tam-tam en sus pechos, las poesías escondidas, el feliz sentir del miedo al descubrir sus primeros amores de estudiantes.”
       Quizás en las palabras del Director Profesor Gustavo R. Mesiti esté la respuesta: “…la premisa de esta institución ha sido y será la promoción humana y esto implica ayudar a despertar la conciencia del hombre en todas sus dimensiones y a valerse por sí mismo, para ser protagonistas de su propio desarrollo, simplemente para devolverle a la escuela parte de todo lo que ella nos dio”.
       Despleguemos el ovillo de las memorias de la institución para comprender lo que ha sucedido a lo largo de tantas décadas:
       Durante la primera presidencia de Juan Domingo Perón, el auge de las luchas por la reivindicación obrera  y un país en constante crecimiento y expansión, requería de servicios educativos en el área técnica para satisfacer la enorme demanda de obreros especializados para la industrial local, nacional y el comercio internacional, que estaba colocando productos en serie en el ámbito de automotores, bienes de trabajo y uso doméstico.
      Fue por este clamor que en 1947, en el área de la Comisión de Aprendizaje y Orientación profesional, se decide la apertura de un Politécnico, destinado a habitar el Palacio Barceló en Avellaneda, cuando el padrón de la ciudad registraba 1309 establecimientos industriales en distintos rubros e importancia.
      La idea de aprovechar la profunda crisis y los conflictos emergentes tras la finalización de la Segunda Guerra Mundial, Argentina debía competir con el Plan Marshall, con que el triunfador bélico, EE UU, salía a cubrir y socorrer a los Estados aliados. Argentina, se destacaba como el más claro competidor en la grandeza de esa nación, puesto que en esas décadas contaba con menos de la mitad de la población actual y el 50% más de territorio. Hemos perdido la soberanía sobre Antártida e Islas del Atlántico Sur, en este último medio siglo, y vamos camino a perder áreas de Patagonia, NOA y NEA de nuestro territorio, por la desidia y el desapego de los gobernantes que hacen de la corrupción sistémica un hito de adoración para mantener los privilegios de su nepotismo de clase. Este comportamiento que nos retrotrae a la década infame, se ejerce con un cambio de actores: de la vieja aristocracia  europeizante a la actual aristocracia  del relato posmoderno o neo-marxista hay escasa diferencia. El unitarismo se convirtió por decisión constitucional de 1994 en fuerte presidencialismo. La ciudadanía pasó por alto el debate envuelta en el fárrago de disputas mercantiles, y ante el insoslayable triunfo de las escuelas de Chicago y Harvard, cuyo pope el PHD: Paul Samuelson, popularizó las condiciones Lindahl-Bowen-Samuelson (criterios para decidir si una acción mejorará el estado de bienestar) y demostró en 1950 la insuficiencia del índice de ingreso nacional para revelar cuál de las dos opciones sociales estaba uniformemente fuera de la otra función de posibilidad factible[3] con lo cual obró como adalid de un proyecto que desestabilizó a América Latina y posicionó a su país como líder de las naciones, con una hegemonía, que pese a las catástrofes financieras que produjo, la caída de acciones y el impacto en los estándares de vida, que cayeron sensiblemente, aún conserva. El fraude antes “patriótico” y ahora “nacional y popular” sigue coexistiendo con una ciudadanía anestesiada e individualista que ha olvidado los principios de un país “políticamente soberano”, que no está en disconformidad con la tendencia al comercio internacional, con una “económicamente libre” que no es lo mismo que libertad de empresa, y “socialmente justo”, hecho que no se ve reparado por los planes de subsidio sino, por el contrario, aumenta la brecha entre ricos y pobres, sin posibilidad de obtener empleos, puesto que las PYMES, vehículos de producción de bienes y servicios de la llamada “clase media” (que ha creado organizaciones comerciales que fueron tradicionalmente generadoras del 75% de la mano de obra ocupada), están en franco retroceso, en el actual modelo corporativista con un Estado ausente que lejos de desregular monopolios para  proteger la industria nacional, se empeña en subsanar las omisiones con decretos semiológicos e imposiciones de precios coercitivas, cuando no directamente a punta de pistola, sin miras a buscar soluciones fácticas y jurídicas de fondo al grave problema del deterioro de la red social que ampara las políticas tributarias y la redistribución.
     Pero, por el momento,  volvamos al comienzo.
     ¿Quién fue Barceló? ¿Por qué había logrado construir su Palacio en Avellaneda Centro?
     El inmueble se ubica sobre la calle Lavalle 43, a cincuenta metros de la Avenida Mitre, la arteria más importante de la ciudad, y a menos de cien metros de la Avenida Belgrano (la segunda vía más transitada por el público y el tráfico automotor), frente a la emblemática Plaza Alsina –centro vital de la comunidad donde se presentan las propuestas políticas, se juntan los alumnados de la ciudad en las fiestas de estudiantes, y pasean los jubilados o atraviesan los trabajadores y amas de caso-, a pasos de la Catedral de Avellaneda, y la Casa de la  Cultura, que cubre la formación de artistas de distintas ramas del arte de todo el país y de países latinoamericanos, que viene a conseguir su costosa y preciada formación en un espacio de alta calidad y gratuidad inveterada.
      En este entorno casi mágico, donde confluyen las fuerzas vivas, rodeado de religiosidad  (de distintos templos y cultos reconocidos oficialmente), con la cercanía de artistas y artesanos la instalación de una escuela técnica no era caprichosa sino obligada.
     El Gral. Agustín P. Justo, ingeniero militar, ex ministro de Guerra de Alvear, inicia su mandato presidencial, con la vicepresidencia de Julio A. Roca (hijo).
     Alberto Barceló, fue, en tanto, el Intendente de Avellaneda, y  un neto caudillo de  la década infame.
     Norberto Galasso lo sindica como un hombre del “régimen” pro británico,[4] y lo califica como una “expresión del matonismo, el juego, la droga y la prostitución en la localidad suburbana, en tanto que en la Ciudad de Buenos Aires se desempañaba como Intendente Mariano de Vedia y Mitre.”
     Sabemos, que la historia tiene varias lecturas. La complejidad de los hechos no permite una única respuesta. La aseveración a favor o en contra de un modelo dependerá del contexto social, político, histórico y económico de un país que apenas había cumplido sus primeros cien años como nación independiente. Baste recordar que lo que hoy nos parece negativo, hace un par de décadas era el amén del Fin de la Historia.
      Hace un siglo la Nación Argentina estaba recién comenzando su historia con la cristalización de un modelo que causó numerosas luchas intestinas, y que sigue en pugna hasta nuestros días: Federalismo versus Unitarismo.
      Es extraño que Galasso, siendo como es un historiador del oficialismo, se muestre tan enfáticamente contrario al modelo unitario, que tuvo grandes aciertos en materia educativa pero que pretendió asociar el destino de nuestra patria a los países anglosajones,  y que ampare desde su sitio dominante, el actual modo de gobierno  que no es sino un fuerte presidencialismo de un Estado rector, que controla los presupuestos de las Provincias Unidas del Río de la Plata, se niega a restituir sus legítimos derechos históricos y censura la libertad de expresión de modos cruentos y persecuciones a escala.  Sorprende, porque el actual modelo, decía,  deja en estado de indefensión no solo al ciudadano que no conculca con las ideas mayoritarias, sino también, y esto es lo que advertimos como norma, destruye las autonomías locales argentinas, para colocarlas de rodillas ante la limosna oficial, -agravada por la necesidad de presentar las asistencias como modo de propaganda- al incumplir con leyes de coparticipación tributaria, que han sido ex profeso arrancadas a los balances de las provincias. Provincias que pese a la prosperidad económica, que se anuncia casi a diario, están miserablemente endeudadas y ven descalificados los logros en materia social, educativa, sanitaria, si no cuentan con la reedición del sicarlismo menemista, hoy encabezado por un progresismo de relato ideológico, sin acciones visibles tendientes a recuperar la industria nacional y equiparar la investigación en tecnología que ávidamente consumen los argentinos, con los países más desarrollados del planeta. No será comprando netbooks a empresas del grupo familiar, que arman las endebles máquinas con productos chinos, como se brinda igualdad de oportunidades a los más humildes, que dentro de un par de años, tal vez menos, tendrán herramientas obsoletas y nada de conocimiento de base, porque la enseñanza informática se limita al manejo elemental de la computadora para insertarlo en el mercado de consumo, lo mismo que ocurre con la telefonía digital, que se utiliza como radio ambulatoria, que aunque no esté permitido el uso en los establecimientos de la Dirección General de Escuelas, ha ganado el partido por goleada, instalando la idea de la necesidad omnipresente del teléfono celular, el envío de mensajes de texto en horas de clase, y la imposibilidad de dictar clases constructivas por cuanto se ven interrumpidas permanentemente por los molestos ruidos que provoca dicha tecnología,  que aunque no lo parezca prima facie, es altamente contaminante, por la cantidad de ondas que concentra en lugares cerrados, y la hipersensibilidad de los adolescentes al requerimiento de respuesta urgente, en casos que son prescindibles. Estamos en condiciones de afirmar que entre el 35 y 40% de la hora de clase –según una consulta a docentes de distintas áreas- se esfuma en dispersiones causadas por estos “servicios” aparentemente imprescindibles y notablemente distractivos.
     Esta explicación se hace necesaria, por cuanto el fascismo de la lengua se constituye en lo que se nos obliga a decir, citando a Michael Foucault,[5] sino que también se manifiesta en lo que obliga a callar u omitir.
     Volviendo al caso de nuestro objeto de estudios: la escuela técnica 8 de Avellaneda, elegida como paradigma de la situación de desamparo que padece la mayor parte de instituciones de esta área,  se constituye en el reflejo lamentable de un intento perverso que lleva instalado sesenta años en Argentina: convertir la economía del país, nuevamente – oh, paradoja- en un modelo agro-exportador y productor de servicios, sin atender al imperativo de educar al alumnado en tecnología y oficios y ciencias exactas.
       Sabemos, por experiencia, que las Ciencias Sociales son las más exactas de todas las ciencias, porque anticipan con una exhaustiva ingeniería social de las organizaciones resultados previsibles, poniendo en funcionamiento los aparatos de la ideología y de la represión de los Estados, previamente consensuados en niveles internacionales y locales a los que inescrupulosos funcionarios rinden admiración y culto, por cuanto esa actitud de servidumbre les otorga el permiso de delinquir ejerciendo sus tareas sin control judicial, político, de prensa o de ciudadanía, y consolidando el modelo de la irresponsabilidad absoluta por sus actos ilícitos. La lectura histórica nos ha permitido, -no sin resistencia de los socios noventistas del gobierno revelada con un indulto masivo a militares. Montoneros y terroristas violentos y subversivos- establecer criterios ejemplares en contra de asesinos, torturadores, violadores y genocidas, pero muy rara vez hemos visto que las estafas, que se perpetran a través del ejercicio de administración fraudulenta del Estado traigan apareada reparación penal o pecuniaria para los que hacen de la carga pública una cuestión de negocios turbulentos y oscuros.
      Justamente, por esta razón, es que se miente sobre la necesidad de favorecer a la industria y a la tecnología, con sofisticadas estrategias de manipulación de sociedades incautas y desmemoriadas, y se avanza en la violación de derechos, para favorecer la dependencia que exigen las prebendas, los sobornos y la corrupción en los regímenes totalitarios o con democracias que dejaron de ser frágiles para convertirse en funcionales a la cooptación funesta.
EL PALACIO BARCELÓ: AYER Y HOY.
      En nuestra pesquisa para llegar hasta los orígenes de la institución nos encontramos con la historiadora Ana María Zerial, y le realizamos una entrevista, que aportó datos imprescindibles sobre su obra específica. Ella fue quien  nos suministró las  fotografías de familia, preciado material cuyas copias se adjuntan en el anexo al presente trabajo.[6]
     Ana María Zerial nació en Lanús, Provincia de Buenos Aires. Estudió inglés, francés, italiano y alemán, graduándose como Profesora de Lengua Extranjera en el área de Inglés en el Instituto Pío XII de Avellaneda, ciudad a la que arribó siendo una adolescente, y en la que estudió y se desempeñó en emprendimientos comerciales por más de veinte años, lo que hizo despertar en ella un genuino interés por nuestra ciudad, en la que se convierte en historiadora de oficio.
     Una de sus pasiones ha sido el estudio del Palacio Barceló, que conoció por asuntos relacionados con su profesión docente. Al descubrir su arquitectura quedó fascinada y se abocó al estudio de su construcción, vida social, política y cultural, antes de que se convirtiera en Escuela Técnica, y sobre este tema disertó en conferencias en instituciones locales, en el Rotary Club y realizó colaboraciones en diarios Clarín y Avellaneda Ya.
    Para su impresionante trabajo (del que solo podremos abarcar una pequeña síntesis puesto que excede esta presentación), se puso en contacto con descendientes directos de su primer dueño Don Alberto Barceló, con amigos y vecinos y obtuvo testimonios de primera mano, con el aporte de anécdotas (como la visita de Carlos Gardel a la casa de Avellaneda), fotografías auténticas de alto valor (varias de las cuales fueron donadas al Archivo Histórico Municipal de Avellaneda y otras devueltas a sus legítimos dueños), y documentos, álbumes, que hablan del caudillo y su época, con los sucesos que transcurrieron en la apacible ciudad que vio su nacimiento en 1852, año en que por Decreto se crea el Partido de Barracas al Sud. 
    En el mes de Abril del año 2002, realizó con el auspicio de la Dirección Cultural de la Ciudad una muestra, en la escuela, que significó el retorno al hogar patriarcal de los familiares de Alberto Barceló de sus nietos, bisnietos y tataranietos.
De la mano de la especialista recorrimos la historia documentada…
   Corría el año 1872, La Avenida Mitre estaba apenas alumbrada con luz a kerosene, y solo transitaban por esa vía carretas o sulkies.  Los caballos levantaban  polvareda. El barrio era gris y de casas bajas. La compañía Ferrocarril Buenos Aires y la empresa del antiguo Puerto de la Ensenada instalaron su primera estación de pasajeros a la que denominaron Barracas Iglesia.  El nombre surgió espontáneamente, porque estaba ubicada alrededor en la zona céntrica, frente al templo.
      Después de un tiempo, se trasladaron los rieles a un nuevo emplazamiento, y se construyó la flamante estación en el cruce de las calles Maipú y Paláa. La primera estación fue demolida por el gobierno militar del Juan Carlos Onganía en 1968,  privándonos así de uno de los recuerdos y anales de la ciudad. Los terrenos desocupados fueron conservados por algunos años por Ferro Carril del Sur que compró los bienes de la Ensenada, y en mayo de 1925, éstos fueron adquiridos por Don Alberto Barceló (Intendente de la Comuna). Entre 1927 y 1929 se construyó el palacio. Esta obra arquitectónica fue concebida por el arquitecto Héctor Bengolea Cárdenas. La edificación fue realizada por la Constructora Mérega Rezan y Esperme, a solicitud del nuevo propietario, con la finalidad de destinarla como vivienda familiar y, a su vez, símbolo que ostentaba su poderío social y político, en esa  época. A partir de 1930, fue conocido desde entonces, como “El Palacio Barceló”.
     Barceló ocupó esta casa con su familia arraigada al sistema patriarcal del viejo Barracas al Sur. Desde estas instalaciones se manejaba la política local y provincial (Don Alberto fue candidato a Gobernador de la Provincia de Buenos Aires) y se otorgaban prebendas para actividades lícitas e ilícitas, como un verdadero padrino digitador y ordenador de hechos y nombres, que durante años rigieron el destino de la Provincia de Buenos Aires y de la Nación, del Parlamento y del comité del partido.     
   Barceló vivió allí hasta que su enfermedad lo hiciera trasladar a la casa de su única hija,  María Elena Barceló, en Montegrande,  en 1946, un año después de la muerte de su esposa Mariana  Boloque.
    Luego de su muerte el palacio fue vendido y pasó a poder del Estado Nacional.  Se ha especulado con que fue expropiado por el peronismo, cosa que no fue así.  Marcela, que falleciera prematuramente atacada de tuberculosis, tuvo dos hijos: Carlos Alberto , el mayor y Marcelo Martin, quien fuera director de la yerbatera La Hoja, heredada de su abuelo paterno suizo, que fue quien proveyó el material fotográfico, y los documentos, actas, y fuera contactado en Rosario.
     Poco tiempo después, el curso de los acontecimientos cambiaría el destino de la vivienda y el 3 de junio de 1947, un suceso revolucionario se produjo en la ciudad de Avellaneda.  La esplendorosa casona de principios de siglo desde donde se digitaba la vida política de los habitantes se convierte en “Escuela de Aprendizaje Politécnico General Juan Domingo Perón”.
      Superados los tiempos del Ferro Carril, las ligustrinas eran cambiadas por cercos perimetrales y comenzaba a latir la vida de la escuela industrial. El país se ponía en marcha, formando a sus técnicos con el más alto grado de excelencia. El evento fue registrado por varios diarios de la época. La opinión titulaba: “Inauguróse solemnemente en Avellaneda la escuela Juan D. Perón”. Se contó con la presencia del Vicepresidente de la Nación José Hortencio Quijano, quien en el hall central descubrió una placa recordatoria,  varios ministros, el Presidente del Banco Central,  Directores de escuelas, altos funcionarios de Cultura y Educación, personal docente y delegaciones de estudiantes, autoridades Eclesiásticas, y vecinos de la ciudad. Por último, dice el Acta Nro. 1, se sirvió un lunch y se dio por finalizada la ceremonia.
     La transformación económica y social estaba en marca.
      Se destinaba a la noble tarea de educar gratuitamente al alumnado (en esa época al igual que el personal docente exclusivamente de sexo masculino) en un sitio privilegiado. Los pisos de roble de Eslovenia, los mármoles traídos desde Italia, las anchas escaleras de porte señorial, los decorados de madera maciza con figuras decorativas, las alfombras exquisitas subastadas en público remate, los suntuosos baños, los balcones con balaustradas distintivas de la oligarquía argentina eran poblados por jóvenes de clases emergentes ansiosos por aprender las técnicas para capacitarse laboralmente en un país próspero y con una amplia perspectiva a nivel americano.
       La escuela cambia de nombre reiteradas veces, de acuerdo con las legislativas vigentes en las épocas subsiguientes.
       En 1952 se produce la primera promoción de técnicos especializados en Máquinas y Herramientas. Preside la ceremonia el propio Presidente Juan Domingo Perón, en una jornada realizada en el Teatro Colón de la Capital Federal. Nuestro primer Coliseo fue utilizado, por primera vez en la historia, durante el gobierno peronista, para actos populares.
       A partir de 1953 comenzó a funcionar en el edificio la Escuela de Mujeres, que tras el golpe militar debió mudarse a la actual EST Nro 5, implicando esto un retroceso en las conquistas sociales logradas duramente por el sexo femenino, de la mano de la gestión de amparo que lideraba la esposa del Presidente de la Nación: Eva Duarte de Perón.
      En 1955, la desgraciada Revolución autodenominada Libertadora, hace desaparecer toda referencia al exmandatario, y se reemplaza el nombre por el de Escuela Fábrica Nro. 1. La proscripción sería feroz y duraría hasta fines de los años sesenta. Ni una sola alusión a Perón o Evita, debía ser proferida bajo pena injuriante.
      En la década siguiente se produjeron enormes cambios  y el 13 de Mayo de 1966 se le impuso el nombre de Escuela de Ecuación Técnica Nro 6 de Avellaneda (Buenos Aires) “Ingeniero y Doctor Ángel Gallardo”, hombre ideológicamente opuesto al peronismo.
       Este dato no es sintomático. La escuela nunca recuperó su nombre originario ni aún en gobiernos virtualmente peronistas (Carlos Menem, Eduardo Duhalde, Néstor Kirchner, Cristina Fernández).  No es fortuito. La bandera del peronismo fue siempre la de la Tercera Posición. Estos ex mandatarios y la actual en ejercicio se han alineado explícitamente ante el poder del capitalismo de la posguerra fría, impuesto por los EE UU,  que obliga a rendir culto y ponerse de rodillas ante cuestiones tan aberrantes como la independencia económica y la política de soberanía territorial. Nadie duda que estamos en tiempos en los que se ha cumplido la vieja profecía del General Perón: “El año 2000 nos encontrará unidos o dominados”. Nos encontró dominados. Una década después, seguimos dominados y con pronóstico reservado. A nadie le interesa “derrotar al capital” porque son las corporaciones quienes manejan el país. Lo han convertido en una patria sojera, con servicios deficitarios o monopólicos y la suma de poderes en cabeza del Poder Ejecutivo, viene a violar los pactos constitucionales pre-existentes, el Federalismo, la ilusión de una Nación “ni yanqui ni marxista”, con un hiper-estado que se alinea sucesivamente detrás de modelos de países pro-monárquicos o decididamente dictatoriales y tiranos entronizados en el poder a perpetuidad que se legitiman con nuevos “fraudes patrióticos” para imponer las necesidades de los dirigentes y cabecillas (sean éstos patriarcas del fútbol, de la tevé, de los negocios del juego privatizado en casinos, bingos, quinielas, etc.). A ninguno se le ocurriría volver a educar en técnica  aunque tampoco ignoran que el desempleo es alarmante y la situación social se ve amortiguada y amortizada con planes de subsidio que apenas cubren las necesidades mínimas de la supervivencia. Por eso, ni se invierte en esta materia ni se devuelven los beneficios que gozaron los alumnos en sus comienzos.
       Digámoslo por fin: el edificio hoy está arruinado. Los techos se caen a pedazos sobre el alumnado. Las paredes descascaradas se mantienen limpias con el esfuerzo del personal auxiliar, pero la pintura debe ser solventada por empresas privadas o por colaboraciones de Cooperadora.  La escuela contó hasta mediados del 75, con comedor escolar para los alumnos (que concurrían en doble jornada para asistir a las materias teóricas y de taller), con un costo simbólico, ya que esta función la solventaba el Estado Nacional.
     Para desvincularse de estos costos, el eje deliberante no tuvo mejor idea que transferir a provincia las instituciones, lo que sería excelente si se le hubieran dado los fondos necesarios para continuar con la gesta formativa.  Por supuesto, la idea era otra: Avasallar, quitar derechos, destruir la educación pública, gratuita y la excelencia con que se entrenaba a los discípulos y tomar como rehenes del negocio político al alumnado, que poco a poco se fue alejando de la institución, desertando a la calle, por el nuevo sistema de expulsión.
Se han hecho numerosos intentos sin éxito para recuperar el comedor. Esta función social estaba dentro de lo instituido. Por lo tanto, solo generaba beneficios en la atención de los estudiantes y en su mejor situación nutricional.
        Bien sabemos que un estudiante alimentado aprende el doble, está motivado para concurrir a la escuela, a la que considera un verdadero espacio social habitacional, puesto que en muchos casos por la cercanía de la escuela con zonas de villas de emergencia, los educandos vienen de hogares marginales, padres y madres ausentes o desocupados por la problemática social agudizada en las últimas décadas. Para suplir esta falencia se determinó otorgar becas, planes en dinero en efectivo para solventar las necesidades básicas por la carencia.
. ¿Desafortunado error o estructura de reproducción de la pobreza?
Aquí se nos plantea una cuestión de fondo, que excede el límite de este trabajo. Diremos, no obstante, nuestra posición al respecto.
       La mayoría de los alumnos que hoy concurren al establecimiento pertenecen a clases sociales humildes. Muchos de ellos están en situación de riesgo. El porcentaje de abandono de estudios es elevadísimo, por el sacrificio que implica una doble jornada que no es sustentable “en ayunas” como ocurre en un gran número de casos. Los chicos llegan sin desayunar y el único alimento que reciben es una medialuna que viene restringidas para los “casos específicos”  ya que no hay para todos. A la hora del almuerzo los alumnos que pueden costearlo compran alguna comida chatarra en el buffet (que es privado) y la comparten con sus compañeros, con sentimiento de culpa de ambas partes. Alrededor de las tres o cuatro de la tarde y hasta las seis y veinte que salen de la institución la conducta en las aulas y patios se ve  francamente alterada por el hambre.
       Los que cobran becas o subsidios destinan una parte importante de ese dinero a teléfonos celulares, ¿Para comunicarse con quien o quienes? Hay un alto porcentaje de alumnos que consumen drogas blandas o duras dentro y fuera del establecimiento, con la excusa de soportar la situación personal o en entorno de asfixia en el que viven.
       El resultado es políticamente rentable. Se consigue con este dinero en efectivo comprar la libertad de conciencia de los más pobres. Si se les quitara eso no verían salida a sus problemas acuciantes. Se venden más sustancias prohibidas (la marihuana es la más habitual de las consumidas). Todos los estudiantes saben donde conseguirlas y las ofrecen a profesores y alumnos con verdadera inocencia. Se favorece la prostitución –dentro y fuera de la escuela- y la maternidad infantil es un hecho consuetudinario en las adolescentes que terminan abandonando los estudios. Los alumnos que no pueden sobrevivir a la jungla desertan y van a parar, como hemos dicho, a las calles. Se tornan vulnerables. Pueden ser dañados y perjudicados física y moralmente.
“Todo este trabajo de análisis de los discursos se dispone en dos conjuntos: el conjunto crítico, que mediante el principio de trastocamiento (de trastocar: trastornar, perturbar, revolver) o trastrocamiento (de mudar el ser o estado de algo, dándole otro diferente del que tenía) que  persigue determinar las formas concretas de exclusión, de delimitación y de apropiación de los discursos; y el conjunto genealógico, que investiga cómo se ha formado efectivamente el discurso por medio de, a pesar de o con el apoyo de los diferentes sistemas de coacción. Entrando en materia, un esquema de lo que sería el conjunto crítico consiste en mostrar cómo operan, por ejemplo, los diferentes procedimientos de exclusión.”[7]
     Para solucionar estas desventajas de reproducción de la marginalidad con inclusión social, se generan empleos nuevos: tutores, jefes de tutores, jefes de jefes, directores generales, orientadoras, gabinetes. Sueldos altos, en general,  de designación arbitraria. Estas personas de “buena fe” intentan remediar el problema de los chicos (la desazón y el hambre) con gestos tales como proveerles un cupón para una minuta en el buffet (que hace un excelente negocio a costa de la Cooperadora, puesto que deduce esos gastos de la cuota mensual que debería pagar por la licitación), y consolarlos. Gran parte se va hacia otros rumbos que le aseguren, no ya educación para el trabajo sino un “envión” y un puestito municipal, si es que tienen suerte. Pasan a engrosar las filas de los desempleados encubiertos por un tiempo relativamente corto.  Otros van a “trabajar” en las hinchadas de fútbol, como barras bravas,  se dedican a volantear en las esquinas o se vuelcan al delito y van a parar a la cárcel, cuando no,  a las filas de custodia de algún diputado o funcionario de algún cargo más o menos importante o terminan muertos en contiendas o grescas callejeras.
        El Estado de producción y trabajo pasó de largo. La escuela (en general ha sido así en toda la educación pública de la posmodernidad argentina), se ha vuelto un lugar de contención – y ahora ni eso, en lugar de un lugar de capacitación.
      El costo de mantenimiento de un comedor escolar, con cocineros, ayudantes, empleados de servicio para la atención de las mesas, es muchísimo menor que la suma de las becas y el costo sería extremadamente holgado si se incluyeran  los cargos que se establecen como solución. Estos son impotentes para controlar o paliar con sus palabras esmeradas y sus contenidos universitarios, cambios sociales profundos de la marginalidad, aunque estén sobre-profesionalizados, dado que no cuentan con presupuestos infinitos sino con las pocas monedas que se juntan de la pequeña población que puede pagar cooperadora,  en detrimento de la manutención edilicia, que es otro de los puntos flojos que tiene el sistema.
       Se ha señalado de manera profusa en la doctrina educativa, que el ambiente si es bonito, limpio, arreglado es estimulante para el alumno que querrá mejorar sus perfomances, para alcanzar el nivel de grado y excelencia que se pretende obtener.
       Como hemos dicho, el Palacio Barceló, sufre del estado de abandono de años por puja de intereses. Ha sido declarado Monumento Nacional, Provincial y Municipal, sin que a ninguno de las tres partes se le mueva un pelo para ocuparse del cuidado y recuperación del inmueble. Cada uno de los gobiernos transfiere su responsabilidad a los otros. Eso sin contar que por ese estado de “conservación de patrimonio histórico” para poner un clavo o pintar una pared –con la voluntad del personal, los padres, los alumnos y los vecinos- hay que hacer un tedioso expediente que generalmente tarda demasiado.
       La avidez con que todos pretenden apropiarse de  las otrora lujosas instalaciones, y el desagrado que produce que sean ocupadas por “villeritos”, nos deja atónitos.
       Examinamos la Escuela Secundaria Técnica Nro 8 Ingeniero y Doctor Ängel Gallardo, por lo que su historial significa.
       Comprender sus orígenes, el planteo y la disputa política, el orden social de su población estudiantil, la relación que tiene con el futuro de un modelo productivo, tecnológico e industrial, para el país, es el aporte que insistimos en hacer, para dilucidar en qué país queremos vivir dado que en la aparente normalidad, en la falta de extrañamiento siempre hay algo que mantiene el statu quo del estado.[8]
      Sin un reconocimiento de estas materias, lo que aviene es que el edificio, se derrumbará antes de lo que imaginamos, puesto que carece de apuntalamientos, reconstrucciones de áreas sensibles. Los ascensores y montacargas, que fueron de los primeros en la ciudad, y que siguen siendo piezas de alta ingeniería no funcionan y el Director con toda su buena voluntad, teme que si se hiciera un trabajo de esa índole se le responsabilizaría por los daños que pudiera causar, dado que tendría que hacerlo contra-legem. No nos referimos solo a la cuestión estética, que es de imperiosa urgencia. Nos referimos al estado completo del área, mantenida por obra y gracia de personas que aman la escuela, y hacen culto de su relación con “el Gallardo”.
      El esfuerzo humano  que se realiza sin más apoyo estatal que el elemental para un funcionamiento precario, es fundamental a la hora de evaluar las posibilidades.
     Se ha creado una página web[9] en la que se aprecia que las actividades industriales se enseñan dentro del marco de lo posible con esmero. Los alumnos se entusiasman con la posibilidad del aprendizaje en talleres. Son criaturas abiertas y con un potencial significativo, que por la dureza de las condiciones del entorno, terminará sus carreras con dificultad.  Una vez fuera del ámbito de contención tendrán serias dificultades para encontrar empleo. Demás está decir que las mujeres egresadas, pese a obtener los mejores promedios, rara vez son elegidas como personal de fábrica, pese a la buena disposición que ellas demuestran. Algunas niñas encuentran su salida en la Universidad, donde por la cuestión económica y la necesidad de manutención tendrán otro alto costo que pagar para finalizar sus estudios. Durante la carrera siguen dependiendo de becas oficiales, el acceso al empleo escasea. La actividad industrial las discrimina. En casos liminares de convenios de aprendizaje con salarios ridículos de empresas que admiten pasantías, no se acepta que las chicas envíen el currículum. Las mujeres de la mansión de Barceló eran ricas, conectadas y se dedicaban a la docencia. Las mujeres de la casona de la Escuela Técnica 8: padecen de una industria decreciente y la discriminación laboral por razón de género.
Los egresados y egresadas tienen esperanzas, talento, soportaron todo tipo de inconvenientes,  pero se sienten víctimas de una traición. Sus títulos secundarios quedarán equiparados con los planes FINES, cuyos fines inconfesados de abaratamiento de la calidad educativa los equipara en el mercado de expulsados del sistema del capitalismo dirigista alejado de valores de cultura, educación, familia y trabajo.











[1] Foucault, Michel (1986). Vigilar y castigar. Madrid: Siglo XXI Editores. pp. 86. ISBN 84-323-0332-1.
[2] Darcy Tortonese, (1997)  Un Ángel con historia. Auspiciado por Encuentro de Escritores de Avellaneda (EDEA), I.S.B.N. 950-9’63-04-5
[3] (Collected Scientific Papers, v. 2, ch. 77; Fischer, 1987, p. 236), Paul Samuelson
[4] Cuadernos para la Otra Historia, del Centro Cultural Enrique Discépolo, (www.discepolo.org.ar)
[5] Ensayo, Título original L'ordre du discours Editorial Tusquets Editores País Francia (1999)  Páginas 80
[6] Ana María Zerial, Conferencias sobre Palacio Barceló. El edificio y su época. (2002). Apuntes personales.
[7] Ensayo, Título original L'ordre du discours Editorial Tusquets Editores País Francia (1999)  Páginas 80
[8] Althusser, Luis. Ideología y el aparato ideológico del Estado. (1970).

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